Cuando sentimos que no encontramos nuestro lugar, cuando vemos que las personas con las que nos relacionamos no nos aceptan o no compartimos con ellas nuestras pensamientos reales -por miedo de no ser adecuados o aceptados-, será bueno ver des de donde actuamos y donde nos quedamos atrapados.
Primero nos podríamos preguntar si estamos contentos de cómo vamos por la vida, la forma en la que gestionamos nuestras emociones, las situaciones con las que nos encontramos, las relaciones que tenemos, porque quizás nos demos cuenta de que lo que no nos encaja son las prioridades que nos llevan a actuar: lo que dirán, el sentirnos aceptados, pasar desapercibidos…
En definitiva, a veces estamos demasiado enfocados en los demás, más que en nosotros mismos y con aquella frase repetitiva tan conocida de ser “buena persona, no herir, no decepcionar”, lo que en realidad hacemos es no escucharnos, haciendo desaparecer nuestras necesidades que a menudo por este motivo están desatendidas y son desconocidas por los demás.
Es recomendable dejar de invertir energía en situaciones o relaciones que limiten y anulen a uno mismo. Aprender a decir lo que sientes y pedir lo que necesitas de los demás para ver si los que están a tu alrededor pueden o quieren ofrecértelo.
Escúchate primero a ti, date cuenta de lo que quieres y de lo que te hace estar tranquilo porque cuando no lo haces lo que crees que tendrías que estar haciendo, te malhumoras, contienes rabia (o no)… en definitiva, te sientes insatisfecho/a.
Actuar en sintonia con lo que sientes te libera, aporta calma y fuerza, porque uno siente que está en su sitio, que se respeta y que se valora. Tenemos que ser más coherentes con nosotros mismos y por debemos aprender como comunicar lo que pensamos, sentimos y queremos, con afecto pero en voz alta. Hay que evitar herir pero también hay que evitar callar.
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